Comunicación

Semana de nuestra Independencia.

Los juegos en el Buenos Aires colonial

Durante la época colonial, en Buenos Aires, se realizaban multitud de juegos y pasatiempos muchos de los cuales diferían según el grupo social que los practicaba.

Desde 1811 se celebraron en Buenos Aires las «fiestas mayas», en conmemoración de la Revolución de 1810. La gente de la ciudad se reunía en la Plaza Mayor, donde se realizaban distintos juegos. Se instalaban varios «palos enjabonados» que en la punta tenían premios: chales, bolsas con dinero, relojes. Los jóvenes que se arriesgaban a subir obtenían uno de los premios si lograban llegar al extremo del palo.

Fiestas Mayas- Pellegrini
Otro de los juegos que se desarrollaba era «el rompecabezas». Consistía en una estaca o barra de equilibrio ubicada en altura sobre dos pivotes. Quien lograba caminar por la barra sin caerse recibía como premio una moneda.

Por la noche se escuchaba música, se bailaba y se disfrutaba de los fuegos artificiales.

Fuera de estos festejos especiales un pasatiempo que contaba con numerosos partidarios, era el dominó, un sencillo juego de origen presumiblemente oriental que habían puesto de moda los italianos en el siglo XVIII. Se jugaba, como en la actualidad, con 28 fichas rectangulares, fabricadas en hueso o marfil y punteadas desde el «doble cero» hasta el «doble seis».

También se practicaba, entre adultos, el juego de la oca, descendiente de los «jardines de la oca» del medioevo alemán. Como en los juegos modernos se trataba de un tablero de cartón con una espiral de 63 casillas, con figuras pintadas, y para practicarlo se empleaban dos dados y unas pequeñas piezas de plomo que representaban a las «ocas» de cada jugador.

La ruleta y los juegos de azar tenían su sede en la casa de Martín Echarte una especie de casino colonial donde también se jugaba a las damas y al ajedrez y por supuesto se hablaba de política.

Convocaban por igual a ricos y pobres las corridas de toros. En 1791 el virrey Arredondo inauguró la pequeña plaza de toros de Monserrat (ubicada en la actual manzana de 9 de julio y Belgrano) con una capacidad para unas dos mil personas. Pero fue quedando chica, así que fue demolida y se construyó una nueva plaza para 10.000 personas en el Retiro en la que alguna vez supo torear don Juan Lavalle.
La última corrida que vio la ciudad de Buenos Aires se llevó a cabo el 20 de enero de 1819.Al día siguiente, fue mandado demoler por Juan Martín de Pueyrredón, entonces Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Corridas de toros·1780.Aguafuerte

Al igual que las primitivas corridas de toros, las riñas de gallos eran puestas en práctica por los sectores populares . Ambas tradiciones eran  provenientes de la España conquistadora.

“Riña de gallos”, litografía de Juan León Palliere.
En las afueras de la ciudad se corrían carreras de sortijas, los protagonistas pertenecían a otro grupo social: los gauchos.

Los gauchos se dedicaban a las tareas del campo, muchas de ellas vinculadas con la ganadería, requerían del uso del caballo, en el que los gauchos eran muy diestros. Esta habilidad era demostrada en algunos juegos en los que se utilizaba el caballo: las carreras, las carreras de sortijas, el pato.

El juego del pato.
Florencio Molina Campos

Reunidos en las pulperías, lugar de encuentro de la gente del campo, tocaban la guitarra y jugaban juegos de naipes que habían sido introducidos por los españoles: el tutte de codillo, el tutte de remate, el monte, la clavada.

Partida de trucoFlorencio Molina Campos
Con el cubilete y los dados se practicaban diferentes juegos de azar naturalmente prohibidos por las autoridades.

Se apostaba también a la perinola, que era un pequeño trompo de cuatro caras marcadas con las letras S (saca), P (pone), D (deja) y T (todo), que indicaban la actitud que debían seguir los apostadores con respecto a lo «envitado»; a la mosqueta, con el concurso de las clásicas medias cáscaras de nuez; a la corregüela, que según el Diccionario de la Academia es un «juego de muchachos que se hace con una correa con las dos puntas cosidas. El que tiene la correa la presenta doblada con varios pliegues, y otro mete dentro de ellos un palito; si al soltar (o retirar) la correa resulta el palito dentro de ella, gana el que lo puso, y si cae fuera, gana el otro, etcétera.

Los indígenas de nuestro país practicaban gran cantidad de juegos de carácter deportivo. A diferencia de lo que ocurría en otros grupos sociales, las mujeres tenían un rol protagónico en estas actividades.

Las distintas comunidades originarias realizaban diferentes juegos: carreras a pie y a caballocarreras con salto, diversos juegos de pelota donde se realizaban los pases con la cabeza y el empeine o las manos, según el juego.

El juego de la «chueca», antecesor indígena del hockey se jugó en casi todo el territorio argentino. Los mapuches lo llamaban «uiñu» o » palín», los tobas:»tol», los pilagá: «elemrak» y los mocobíes lo llamaban «leremá».

Los adultos varones y, en algunas comunidades los niños, jugaban este juego. El número de jugadores y las dimensiones del campo de juego variaban según los distintos pueblos. Se alentaba a los equipos con cánticos y el vencedor ganaba además un premio, muchas veces se apostaba un caballo, que era un bien muy preciado.
Para vencer era necesario lograr una diferencia de 4 tantos, por lo que algunas veces los partidos se extendían durante varios días.
Estos juegos servían para dirimir conflictos y para tomar decisiones, ya que se creía que la suerte del equipo era determinada por los dioses. En ocasiones para zanjar alguna diferencia entre tribus se jugaba un partido de «chueca», el vencedor obtenía el derecho a decidir sobre la cuestión en disputa.

El candombe era la diversión más difundida del grupo de los esclavos, de raza negra. En esta danza, acompañada por el tamboril, «los negros» realizaban una pantomima de la coronación de reyes congos.

El candombe
Pedro Fígari

Luego se incorporaron elementos de la cultura hispana, representando en el candombe, varios personajes: «el gramillero», brujo o curandero de la tribu africana, que cura con yuyos o gramillas; la mama vieja, que imita a su «ama» vistiéndose con las ropas de la señora, lleva una sombrilla y un abanico; el lubolo representado por un blanco que se pinta de negro para participar en la comparsa; el escobero o bastonero, que mandaba la ronda golpeando en el piso, realizaba maravillosas destrezas.

En los tiempos coloniales los niños, sobre todo si eran pobres, empezaban a trabajar desde muy chicos. La infancia duraba muy poco tiempo. A los 8 o 9 años era común que empezaran a ayudar a sus padres en los trabajos.

Los chicos practicaban muchos juegos que hoy todavía se conocen. Adivinanzas y juegos de prendasEl gran boneteEl veo,veojuego de naipes y loterías en los que podía jugar toda la familia se practicaban en tertulias en casa de familia.
El «gallito ciego» era un juego familiar. Participaban adultos y niños.

«El gallo o gallinita ciega, es un juego de dispersión universal…. por lo general los que participan no menos de seis, uno de los cuales hace de gallinita ciega, se le vendan los ojos, se le dan unas vueltas en redondo para desorientado, y el vendado debe tratar de atrapar a uno de los jugadores, quien para a ocupar su lugar». (Coluccio 1988:222) 

El juego en la calle era casi el único privilegio de los niños varones de clases bajas. Entre los juegos preferidos estaban “las escondidas”, con muchos más escondites que los de ahora; “los barriletes”, los que eran fabricados por ellos y remontados en feroces competencias en las que había que hacer cualquier cosa por ganar. Entre las trampas más usuales estaba la de atarle un cuchillo a la cola de la cometa para que, al enredarse con los otros, cayera y se transformara en botín de guerra de quien la atrapara. A este juego lo llamaban “el corsario o pirata”.
También hacían pozos en las calles que se llenaban de agua cuando llovía y cazaban a las ranas que se juntaban en ellos.
Se divertían  con juguetes comunes como canicas, realizadas por ellos mismos con las piedras que recogían de la calle.
Los niños de baja clase, con ayuda de sus mamás, realizaban la famosa pelota de trapo. Unían varios retazos de tela y las cocían rellenándolas con más tela o algodón. Por otro lado los niños de alta clase las conseguían ya armadas con un material mucho más resistente, el cuero (todavía no se conocía el fútbol)
Varios meses antes de la revolución de mayo aparecieron los soldaditos de plomo.

Las nenas no jugaban igual que los varones; además de muñecas que para esa época eran confeccionadas con cuero o telas, con ojos hechos con botones, solían jugar en los patios de las casas a los aros, cánticos o bailes, salto de sogas y rondas… muchas de las cuales son actualmente conocidas: “Arroz con Leche”, “Mambrú se fue a la guerra”; “Sobre el  puente de Avignón” y otras. También estaban presentes las adivinanzas y la rayuela.
Sólo las niñas de clases más pudientes jugaban con muñecas que eran exportadas desde España y tenían sus cabezas, manos y piernas mayormente de porcelana y sus cuerpos de tela rellenos de un delicado algodón.

La farolera.Las esquinitas. A la lata al latero. Las estatuas. El oficio mudo. Antón pirulero. La rayuela. ¿Lobo está? El patrón de la vereda. La sillita de oro. La escondida. La payana. Trompos, bolitas y figuritas formaban  también parte del patrimonio lúdico de la infancia conservado como herencia de antiquísimos juegos europeos.

Fuente: https://salaamarilla2009.blogspot.com/2010/04/los-juegos-en-el-buenos-aires-colonial.html

Proba el juego de la Independencia:

https://mobbyt.com/videojuego/educativo/?Id=45344

Publicado por: Gladys Kannemann.

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